El Comercio en los Siglos Modernos

El comercio permitía el acceso a un importante número de personas a la riqueza o una mejor posición económica. En la parte dedicada a la Industria Dispersa en nuestro trabajo sobre Organización de la Industria en España dedicamos una parte a analizar el papel de los comerciantes y el capital mercantil – que ocupan el papel central en las teorías de la Proto-industrialización y la del Verlagsystem – en nuestro país, en la cual se puede ver la inmensa complejidad y extensión de la ocupación mercantil – con la presencia simultánea de grandes, medianos y pequeños comerciantes, a tiempo parcial o completo – durante la edad moderna. Y es que el comercio, además de tener una incidencia macroeconómica indispensable, poseía un peso social, humano y micoeconómico que está siendo revalorizado por la historiografía más reciente al poner el énfasis en el mercader y las rutas comerciales.
Siglos XVI y XVII
Esto fue posible en parte por mejoras en los sistemas de transporte (mejoras en los carros y las ruedas, caminos, sistemas de tracción e innovaciones navales importantísimas) y de crédito y finanzas [ver: página web]
El comercio marítimo conoció en el siglo XVII un período de expansión, coincidiendo con la época de mayor auge del
mercantilismo. “La idea de una crisis comercial que afectó a las principales áreas y a las más significadas rutas del sistema mundial de intercambios (idea que durante mucho tiempo ha constituido un lugar común en la historiografía) apenas se sostiene hoy día”. Esta teoría de la crisis del siglo XVII ha estado apoyada en la decadencia del tráfico americano y la del comercio báltico. Earl J. Hamilton intentó demostrar convincentemente con sus estudios que las remesas de metal precioso americano arribadas a España sufrieron una grave contracción a partir de 1620, lo que inmediatamente relacionó con una tendencia general deflacionista de los precios. P. Chaunu completó la visión de Hamilton, utilizando también los registros oficiales de la Casa de Contratación, apuntando que el tonelaje de los barcos de la Carrera también descendió en la primera mitad del siglo XVII.
Michel Morineau ha refutado estos planteamientos a partir de las gacetas mercantiles holandesas del siglo XVII, informes consulares y la correspondencia de los mercaderes. Según “Morineau, la llegada de metales preciosos americanos a Europa no sólo no sufrió una fuerte contracción, como sostuvo Hamilton, sino, por el contrario, se mantuvo alta durante la primera mitad del siglo XVII. Luego se resintió de una brusca disminución a partir de 1646, por causas políticas y navales, pero esta disminución sólo se prolongó durante unos diez años. A partir de entonces las importaciones de plata subieron decididamente, alcanzando récords hasta entonces desconocidos. Con estos datos presentes es difícil, por no decir imposible, mantener la idea de un comercio americano languideciente a lo largo del siglo XVII. La imagen, más bien, sería la contraria: la de una actividad vigorosa, aunque cada vez más fuera del control de un Estado en crisis”. Dos argumentos aportados son el enorme aumento del contrabando y el comercio con oriente, ya que “el espectacular crecimiento del tráfico con Extremo Oriente no encaja con la idea de un brusco desatesoramiento de Europa, ya que el pago de las mercancías orientales exigía una fuerte transferencia metálica”.
En el Atlántico, el área comercial más dinámico y el segundo en cuanto a volumen de mercancías (después del comercio inter-europeo), hay que distinguir dos rutas comerciales, un comercio de cabotaje Atlántico-Báltico (cereal, lana, sal, vinagre, vino...) en grandes barcazas marítimas/fluviales y un comercio transoceánico con América. "El Báltico constituía una de las zonas clásicas del comercio europeo bajomedieval. Durante el siglo XVI, los puertos de Prusia oriental, Polonia, Lituania, Letonia, Estonia y Livonia fueron testigos de un fluido intercambio de mercancías con los puertos mercantiles del Mar del Norte”. [En: pág web] El Báltico contaba fundamentalmente con una ruta marítima (por la cual se comerciaba cereal, ganado vivo, y pescado) y una terrestre que involucraba a las ciudades de la Hansa (traficando con cereales, pescado, sal, lana, pieles, madera, hierro y cobre).
En el siglo XVII “el auge de la pesca del arenque, que no en vano era considera como “la madre de todo el comercio”, exigía una imponente cantidad de sal cuya distribución quedaba asegurada por una marina mercante en constante crecimiento’ Mas lo que otorgó a las Provincias Unidas su primacía en el comercio mundial de la sal fue el desarrollo de un proceso de especialización con el refinado de dicha materia prima. Zelanda había perfeccionado un procedimiento para blanquear la sal que era apreciado en toda Europa, especialmente en el Báltico. El comercio Báltico se convirtió, de este modo, en uno de los motores principales de la economía neerlandesa y en el regulador efectivo de mercado salinero”. [En: pág web]
Michel Morineau ha refutado estos planteamientos a partir de las gacetas mercantiles holandesas del siglo XVII, informes consulares y la correspondencia de los mercaderes. Según “Morineau, la llegada de metales preciosos americanos a Europa no sólo no sufrió una fuerte contracción, como sostuvo Hamilton, sino, por el contrario, se mantuvo alta durante la primera mitad del siglo XVII. Luego se resintió de una brusca disminución a partir de 1646, por causas políticas y navales, pero esta disminución sólo se prolongó durante unos diez años. A partir de entonces las importaciones de plata subieron decididamente, alcanzando récords hasta entonces desconocidos. Con estos datos presentes es difícil, por no decir imposible, mantener la idea de un comercio americano languideciente a lo largo del siglo XVII. La imagen, más bien, sería la contraria: la de una actividad vigorosa, aunque cada vez más fuera del control de un Estado en crisis”. Dos argumentos aportados son el enorme aumento del contrabando y el comercio con oriente, ya que “el espectacular crecimiento del tráfico con Extremo Oriente no encaja con la idea de un brusco desatesoramiento de Europa, ya que el pago de las mercancías orientales exigía una fuerte transferencia metálica”.
En el Atlántico, el área comercial más dinámico y el segundo en cuanto a volumen de mercancías (después del comercio inter-europeo), hay que distinguir dos rutas comerciales, un comercio de cabotaje Atlántico-Báltico (cereal, lana, sal, vinagre, vino...) en grandes barcazas marítimas/fluviales y un comercio transoceánico con América. "El Báltico constituía una de las zonas clásicas del comercio europeo bajomedieval. Durante el siglo XVI, los puertos de Prusia oriental, Polonia, Lituania, Letonia, Estonia y Livonia fueron testigos de un fluido intercambio de mercancías con los puertos mercantiles del Mar del Norte”. [En: pág web] El Báltico contaba fundamentalmente con una ruta marítima (por la cual se comerciaba cereal, ganado vivo, y pescado) y una terrestre que involucraba a las ciudades de la Hansa (traficando con cereales, pescado, sal, lana, pieles, madera, hierro y cobre).
En el siglo XVII “el auge de la pesca del arenque, que no en vano era considera como “la madre de todo el comercio”, exigía una imponente cantidad de sal cuya distribución quedaba asegurada por una marina mercante en constante crecimiento’ Mas lo que otorgó a las Provincias Unidas su primacía en el comercio mundial de la sal fue el desarrollo de un proceso de especialización con el refinado de dicha materia prima. Zelanda había perfeccionado un procedimiento para blanquear la sal que era apreciado en toda Europa, especialmente en el Báltico. El comercio Báltico se convirtió, de este modo, en uno de los motores principales de la economía neerlandesa y en el regulador efectivo de mercado salinero”. [En: pág web]

“Ya Hobsbawm advirtió que, más que de crisis en el XVII, hay que hablar de una transferencia de hegemonías. A lo largo del tiempo se había ido verificando una basculación progresiva del centro de gravedad del comercio internacional desde el Mediterráneo hacia el Atlántico Norte. En el siglo XVII el Mediterráneo selló su proceso de decadencia y se transformó en un ámbito cerrado, con predominio de los intercambios interiores. Por su lado, las antiguas potencias marítimas ibéricas, Portugal y España, atravesaban por serias dificultades. Mientras tanto, los Países Bajos e Inglaterra tomaban el relevo y se constituían en el centro de la tela de araña del comercio mundial. Estos países iniciaron una penetración agresiva en las áreas coloniales, repartiéndose los despojos del imperio portugués en Asia y disputando a España áreas de influencia económica en América. Otros países, como Francia, aunque en menor grado, se sumaron a la tendencia. Las compañías por acciones privilegiadas constituyeron para las nuevas potencias marítimas el instrumento por excelencia del comercio colonial, cuyos beneficios para el desarrollo capitalista de sus respectivas economías fueron cuantiosos. Pero el proteccionismo a ultranza de los intereses nacionales provocó serios choques, que llegaron en ocasiones a la guerra abierta; cada vez más, las disputas políticas tuvieron un trasfondo de clara naturaleza económica.” [ver: pag web]
Siglo XVIII

“América vino a representar un constante balón de oxígeno para la economía española. Pese a las insuficiencias en las políticas reformistas, la verdad es que las tierras americanas fueron intensamente explotadas durante la centuria, hasta el punto de realizarse de hecho una segunda conquista de las colonias, esta vez pacífica y económica. Tres eran las funciones que América cumplía: territorio que debía nutrir a la metrópoli de materias primas abundantes y baratas, lugar de colocación exclusiva de productos españoles y, finalmente, continente proveedor de una plata que debía llenar tanto los bolsillos de los particulares para facilitar las inversiones como las arcas de la hacienda para financiar los planes de las autoridades reformistas. América era el gran espacio comercial que los españoles deseaban conservar en exclusiva”. “El siglo XVIII comenzó con un absoluto dislocamiento de los circuitos tradicionales como consecuencia de la presencia de buques franceses en todos los puertos hispanoamericanos. Contaron con el beneplácito de Felipe V desde 1702 y suministraron las manufacturas europeas hasta la paz de Utrecht. A partir de entonces comenzó la presencia legal de los ingleses. Teóricamente era un sólo buque de comercio, el navío de permiso, y buques negreros de la Compañía de la Mar del Sur, pero en la práctica eran cientos de navíos, ya que el de permiso se abastecía de mercancías en alta mar (tenía así un fondo ilimitado) y los buques esclavistas introducían contrabando continuamente. Como los holandeses hacían también un intenso comercio ilegal desde Curaçao, el problema del contrabando adquirió dimensiones dantescas”. [ver: pág web]
A pesar de esto “el tráfico comercial [legal], aumentó progresivamente. Entre 1710 y 1747 negociaron 1.271 buques con un total de 330.476 toneladas, que entre 1748 a 1778 fueron ya 2.365 embarcaciones y 738.758 toneladas. García Baquero señala que, tomando un índice 100 para principios de siglo, el tonelaje creció a 160 entre 1710 y 1747, y a casi 300 entre 1748 y 1778. Entre 1782 y 1796 se cuadruplicaron las exportaciones hispanoamericanas, lo que pareció demostrar la bondad del Reglamento de 1778. Este comercio estuvo controlado en un 76% por Cádiz, pese a la libertad comercial. En América, la Nueva España fue el primer mercado receptor seguido del Perú, el Río de la Plata y Venezuela. El intercambio siguió la tónica de exportar [o reexportar] de España manufacturas e importar caudales, productos tropicales y colorantes". [ver: pág web] Aunque durante el XVIII se puede decir que España experimentó la pérdida de la hegemonía comercial en América ante la competencia decidida de las potencias rivales [ver pág web].
En el XVIII las demás potencias europeas también experimentan una intensificación de las relaciones comerciales con América (productora de metales preciosos, tabaco, algodón, cueros, tintes naturales, cacao, café, perlas, azúcar/melaza... y receptora de productos manufacturados y de transformación agrícola). Francia, para la cual las antillas no poseían interés comercial a principios de siglo, llega a importar el 40 del total de sus importaciones de éstas. E igualmente, en 1720-1730, las trece colonias americanas representaban el 35% de las importaciones de Inglaterra, que fue la potencia, desde un punto de vista comercial, que resultó victoriosa en este siglo, al tomar el relevo de Holanda en el Báltico, y conseguir abrirse los espacios comerciales americanos y orientales.

[Ver: Tracy, James D. (1990).: The Rise of Merchant Empires: long-distance trade in the early modern world, 1350-1750; Cambridge University Press. [disponible online]
10 Comments:
muy buena la infromacion un poco chapa pero bueno no pasa nada absolutamente nada
No pasa nada,no dan buena información
Hola mucha info
Sigue Me XxDiegoxX
tecacho mano 😜😜😝😫
vete a labverg guey
tu vales vrga pinche bato
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