viernes, febrero 16, 2007

Finalización de la asignatura, una reflexión

Por su propia metodología y al necesitar estudios estadísticos y series documentales extensas, en la historia económica se ve quizás mejor que en otros ámbitos el penoso estado de la historiografía española. La falta de recursos materiales y humanos dedicados a la investigación se traducen una historia que es un mosaico incompleto – espacial y temporalmente – y sumamente precario.

El historiador que se dedique a la investigación se encuentra con la enorme limitación de la falta de estudios previos y la necesidad de revisar muchos de los existentes. El que se dedique a la enseñanza se ve ante la necesidad de generalizar a partir de datos a todas luces insuficientes. La necesidad y la cultura de manual y apuntes son el velo que cubre la débil estructura académica sobre la que se tiene que apoyar la docencia en España, como mencionan los editores en la introducción Fernández de Pinedo, Emiliano & Hernández Marco, José Luís (eds.) (1988).: La Industrialización del Norte de España: Estado de la Cuestión; Universidad País Vasco-Ed. Crítica; Barcelona.

Como alumnos nos quedaríamos atónitos si al tratar algún tema de historia española en clase se nos explicase, por ejemplo, que para conocer el período de 1500-1600 sólo contamos con un estudio sobre Valencia y otro sobre La Coruña, ambos realizados hace varias décadas, para 1600-1650 tenemos varios estudios sobre Barcelona, así que nos imaginamos el resto, y que para las décadas siguientes hasta la Revolución Francesa están Cuenca, Salamanca, Sevilla, Alcoy… cada uno de un período concreto y de sectores concretos distintos del tema, con lo cual no hay datos homogéneos con los que comparar ni siquiera entre las distintas ciudades o provincias en las distintas épocas, y que hay ciudades y épocas que, directamente, nunca han sido estudiadas. Y además, las lagunas se complementan con casos alemanes o franceses, teorías que explican la situación de los Países Bajos y el sempiterno modelo inglés.

Es un ejemplo radical, pero tampoco muy lejos de la situación con la que nos hemos encontrado los que hemos realizado un trabajo sobre España, cada uno de un tema distinto, en este cuatrimestre, y que espero que hayamos podido trasmitirla a los demás compañeros. En la clase y a través de los trabajos de investigación hemos podido ir tomando conciencia de una realidad que, con toda seguridad, no es exclusiva de la historiografía económica.

Todas las ciencias suelen presentar una imagen cohesionada y unitaria hacia el exterior – para la divulgación – mientras que dentro prima la heterogeneidad expresada en el debate y la revisión. Pero creo que en nuestra carrera se evita, siempre que se puede, hablar de las controversias e insuficiencias dentro de nuestro campo, lo cual creo que es un grave error ya que es necesario que los historiadores en ciernes tomemos contacto con la plena realidad de nuestro “gremio”. Por eso considero muy interesante haber dedicado una parte importante de esta asignatura a hablar sobre historiografía.

Realizar un ensayo sobre un tema concreto es de por si un ejercicio muy enriquecedor a nivel personal y académico, y quizás la mejor forma de aprehender un tema, lamentablemente, con demasiada frecuencia se queda en una vivencia entre el alumno, el teclado del ordenador y el profesor – cuyos comentarios se reducen, muchas veces, a poner una nota.

En cambio, el debate y la puesta en común de las opiniones y los esfuerzos personales son experiencias de libertad y reflexión que trascienden ampliamente las cuatro paredes del aula y que reporte enormes ganancias para todos los implicados. Creo que los trabajos y los blog han servido para personalizar y profundizar los conocimientos a lo largo de este cuatrimestre.

Esta entrada del blog corresponde a la finalización del cuatrimestre, después del cual espero incluir algunas de las reflexiones derivadas del trabajo sobre la Industria en la España moderna, así como alguna otra aportación al tema de la historia económica. Espero que el material de clase, mis reflexiones personales y los recursos externos hayan resultado interesantes a lo largo de estos cuatro meses.

Banca y Hacienda en la Edad Moderna


Disponible Online.


El recurso al crédito fue generalizado para todas las capas sociales en la Edad Moderna. Leiwand, quien hace un interesante estudio de el crédito a través del teatro, menciona su importancia en la Inglaterra del siglo XVI, y en nuestro ensayo sobre la industria moderna en España pudimos comprobar que ésta no puede ser entendida sin los mecanismos de financiación que servían para lubricar todo el engranaje de producción y comercialización, llegando a ser un elemento decisorio incluso para el trabajo de un pequeño campesino que desde un remoto paraje rural complementaba humildemente sus ingresos agrícolas con el trabajo a tiempo parcial de manufactura textil. Era un fenómeno que tenía muchas variantes y posibilidades, pero que afectaba tanto a los pequeños artesanos y labradores como a las grandes monarquías de Europa.

Aunque hubiese una tendencia progresiva a formalizar el crédito en una relación “juridificada”, lo cierto es que gran parte de las transacciones crediticias seguirían siendo informales a lo largo de aquéllos tres siglos.

Durante la Edad Moderna, “cada vez se hace más evidente la existencia de redes de crédito informales, paralelas o sustitutivas, según el momento, de las redes formales, que constituyen parte importante, por lo menos desde la segunda mitad del siglo XVI, de las prácticas cotidianas de los artesanos urbanos de la Edad Moderna. Las penas previstas por ley para prevenir impagos en los créditos reconocidos formalmente ante escribano, eran sustituidas, en los créditos informales, por sanciones encauzadas por vías más sociales que jurídicas. La estabilidad de la comunidad descansaba, en cierta medida, en la seguridad de un cumplimiento efectivo de las obligaciones que cada individuo contraía con la colectividad más allá de la acción coactiva y preventiva del gobierno y la justicia institucionalizada”. [Zofío Llorente, J.C. (2002) .: Las culturas del trabajo en Madrid, 1500-1650: familia, ocio y sociabilidad en el artesanado preindustrial; (Tesis doctoral); dir. Alvar Ezquerra, Alfredo; Facultad de Geografía e Historia, UCM. Disponible Online, pp. 594-595]


Leiwand define dos acepciones del crédito en la Edad Moderna: confianza (la valía en el terreno de la credibilidad) y solvencia (la valía en el terreno de lo material). Craig Muldrew [(1998).: The Economy of Obligation: The Culture of Credit and Social Relations in Early Modern England; New York; St. Martin’s Press.] lleva esto mucho más lejos al hablar de la importancia de preservar la reputación en una sociedad en la cual el crédito era la clave para la participación en el mercado, y por lo tanto en la riqueza. Para él el crédito significaba para los contemporáneos más la comunicación social y la opinión que tienen los demás sobre la valía de los otros miembros de la sociedad que una transacción financiera de una suma y unos bienes (la enorme importancia de la confianza en el Antiguo Régimen también la abordamos en nuestro ensayo, donde vimos que las fábricas locales dependían de una manera decisiva en la fama de sus productos). Ante la extrema escasez de moneda en este período, el recurso al crédito se habría convertido en una necesidad ineludible, que llevaría a una red tupida de préstamos informales, de los cuales participaban tanto la nobleza como los más pobres. Las tensiones crecientes por su extensión llevarían a transformaciones en el sistema legal para hacer que el crédito fuese “menos dependiente de la moralidad individual”, marcando la línea de evolución hacia el presente.

Muldrew viene a recalcar la necesidad de no proyectar nuestra mentalidad actual al estudio del pasado, “la percepción utilitaria – hoy dominante – de los comportamientos económicos como esencialmente individualistas y fundamentalmente competitivos, no siempre es un modelo apropiado de estudio, aunque se trate de economías fuertemente orientadas al mercado. La confianza, y, por extensión, el comportamiento cooperativo, eran esenciales para la generación de riqueza por los hogares modernos”. [
Anne E.C. McCants]

Esta es una línea de investigación en la cual se intenta complementar la historia económica con aportaciones desde la historia de las mentalidades y la historia social, en la cual han trabajado autores como Ago o el español Bartolomé Clavero. Se trata de intentar entender el crédito como parte de las redes y mecanismos sociales del Antiguo Régimen, como unas redes personales y clientelares más amplias que iban más allá de lo puramente económico. La financiación serviría para regular la convivencia social (ante la escasez de moneda y el dinamismo económico, como en el caso de Inglaterra) y no responde a la imagen negativa actual de desequilibrio entre ingresos y gastos, sino que sería algo consustancial a la estructura económica y monetaria a nivel micro y macro económico.

La deuda de las Haciendas públicas es mucho mejor conocida. “Las haciendas de los incipientes Estados nacionales europeos se enfrentaban en el siglo XVI a dos problemas fundamentales: la racionalización de la gestión de los recursos y la necesidad de aumentar sus ingresos. Ambos problemas estaban ligados al proceso de consolidación del aparato estatal y a as exigencias de la política bélica exterior. En realidad, aunque el aparato cortesano consumía importantes recursos y los gastos de la Administración real crecieron de acuerdo con el propio crecimiento de la maquinaria burocrática, fue a guerra, siempre acechante, la que exigió los mayores esfuerzos económicos” [En pág. web].


Debemos tener en cuenta que no sólo no existía la economía como tan, sino que no había presupuestos del Estado, a pesar de los intentos de reforma contable de Colbert. Se hacían previsiones de ingresos y de gastos, pero no existía nada parecido a los presupuestos contemporáneos. Con lo cual la deuda no puede ser entendida como una mala gestión presupuestaria, sino que debemos entender el gasto, tanto privado como público, como una necesidad inherente a una sociedad del privilegio. Un privilegio que exigía ostentación, aparentar, tener clientelas, en definitiva, la distinción social debía ser demostrada a través de la capacidad de gasto sin responder exclusivamente a consideraciones económicas o presupuestarias. En el caso de la Corona, la mayor prioridad en el gasto eran las guerras, no como algo coyuntural, sino como parte estructural del sistema hacendístico. En el siguiente gráfico se puede ver las categorías de gasto de algunos reinos en el siglo XVII. Las principales partidas son gastos de corte o administrativos, pago de deudas y gastos de seguridad.




Una estructura de gasto como esta no responde a preocupaciones económicas o presupuestarias. Los ingresos estaban al servicio de la política del Estado moderno, igual como las rentas nobiliarias estaban al servicio de las relaciones de una sociedad de privilegio. El control del gasto no era una de las prioridades ante la necesidad de mostrar magnificencia y capacidad. Al ser así, sumado con la ineficiencia en la recaudación pública, el recurso a la deuda era necesario, a lo que se suma la necesidad de recibir adelantos de las rentas (como hoy se usaría una tarjeta de crédito). Lo que prima es el gasto y los ingresos fijos sirven para garantizar el gasto.

La demanda de empréstitos por parte del Estado contribuyó al
desarrollo del mundo de las finanzas, dado que los principales prestamistas fueron grandes banqueros. Carlos V recurrió a ellos para obtener anticipadamente la liquidez necesaria para financiar sus campañas militares, con la garantía de la recaudación fiscal en Castilla y las remesas de plata americana. Entre sus principales banqueros se contaron genoveses y alemanes, como los Spínola y los Fugger”. [En pág. web] La banca en esta época se caracterizaba por su concentración, internacionalización y especialización. Pero la deuda también afectó seriamente al sector bancario por su dependencia de la hacienda pública, mientras que contribuyó a la modernización progresiva de ésta.

En cuanto a la banca publica: a partir del siglo XVII los “bancos públicos de Europa occidental pronto se encontraron ante el problema de muchos de los primeros financieros, el de hacer un uso provechoso de los fondos depositados. Todos se vieron tentados y obligados a ir por el viejo sendero de prestar a los gobiernos, y la mayoría fracasaron debido a esto. Al depender del Estado, no podían desentenderse de las necesidades de este. Solo el Banco de Ámsterdam y el de Inglaterra fueron capaces de limitar los prestamos al Estado a un nivel razonable, dando sólidos activos”. El crecimiento de los bancos públicos “se vio mediatizado por el excesivo intervencionismo de los poderes públicos, que podían disponer de sus recursos con enorme facilidad, lo cual explica que la banca solo se desarrollara satisfactoriamente en países donde el absolutismo hubiera sido superado”. [Molas, P. (et al) (2000).: Manual de Historia Moderna; Ariel; Barcelona, pp. 69-70]


El creciente espiral de gastos no se financiaba preferiblemente por la vía impositiva, sino mediante la deuda pública. Los Estados recurrían a dos tipos de deuda: la flotante y la consolidada.

La primera es la deuda vinculada a los asientos, es la que tiene mayores tipos de interés con la ventaja de permitir movilizar grandes cantidades de oro/plata en diferentes escenarios europeos. Esta transacción internacional involucraba dos operaciones financieras: el adelanto de dinero y el cambio de moneda. La deuda consolidada involucraba juros – dinero a cambio de rentas –, amortizados en plazos fijos o incluso indefinidos. Esta forma de crédito se extiende sin parangón a partir de 1522.

Ya existían mecanismos de financiación de las haciendas en la Edad Media, pero su importantísimo aumento llevó a algunos historiadores como Tracey o Bonney a hablar de Revolución Financiera. Hoy se matiza este punto de vista, ya que se da un mayor uso con nuevas formas de mecanismos preexistentes, con lo cual se prefiere hablar de Evolución Financiera.

En España el recurso a ambos tipos de deuda se inicia con los Reyes Católicos, sobre todo a partir de la Guerra de Granada. Sobrevivían dos formas de juros de origen medieval: los juros perpetuos (vitalicios) y los de heredad (trasmisibles de padres a hijos, incluso se podía incorporar al mayorazgo). Ambos se siguieron concediendo como merced, aunque los más frecuentes pasaron a ser los juros al quitar, que se iban amortizando hasta que se liquidasen por completo el capital y los intereses. También existían los juros de resguardo, concedido a un asentista como garantía del crédito, muy frecuentes en las renegociaciones de la deuda (o Medio General) tras las llamadas “bancarrotas”. Para F. Ruiz Martín las “bancarrotas” eran renegociaciones en las cuales se convertía la deuda flotante en consolidada.
La utilización de la financiación no revela un desequilibrio del sistema hacendístico, sino que era el propio sistema o una parte estructural de él. El adelanto de fondos, los Bancos de Corte (que seguían al rey para adelantar sus gastos inmediatos y comunes) y el arrendamiento o encabezamiento de la recaudación venía a constituir un sistema de crédito ordinario y periódico.

sábado, enero 13, 2007

El Comercio en los Siglos Modernos

El comercio es un tema de capital importancia para entender la economía en la Edad Moderna y, quizás, en el que mejor se pueden apreciar los avances y cambios. El auge que esta actividad conoció en los siglos modernos hunde sus raíces en el medioevo, a partir del siglo XI , pero es con la edad moderna que se inicia la incorporación de todo el globo a un comercio mundial, con una ampliación sin precedente de los mercados (a nivel local e internacional/transcontinental, con una expansión de la demanda) y la multiplicación de las interrelaciones entre éstos.

El comercio permitía el acceso a un importante número de personas a la riqueza o una mejor posición económica. En la parte dedicada a la Industria Dispersa en nuestro trabajo sobre Organización de la Industria en España dedicamos una parte a analizar el papel de los comerciantes y el capital mercantil – que ocupan el papel central en las teorías de la Proto-industrialización y la del Verlagsystem – en nuestro país, en la cual se puede ver la inmensa complejidad y extensión de la ocupación mercantil – con la presencia simultánea de grandes, medianos y pequeños comerciantes, a tiempo parcial o completo – durante la edad moderna. Y es que el comercio, además de tener una incidencia macroeconómica indispensable, poseía un peso social, humano y micoeconómico que está siendo revalorizado por la historiografía más reciente al poner el énfasis en el mercader y las rutas comerciales.

Siglos XVI y XVII

Esto fue posible en parte por mejoras en los sistemas de transporte (mejoras en los carros y las ruedas, caminos, sistemas de tracción e innovaciones navales importantísimas) y de crédito y finanzas [ver: página web]


El comercio marítimo conoció en el siglo XVII un período de expansión, coincidiendo con la época de mayor auge del

mercantilismo.La idea de una crisis comercial que afectó a las principales áreas y a las más significadas rutas del sistema mundial de intercambios (idea que durante mucho tiempo ha constituido un lugar común en la historiografía) apenas se sostiene hoy día”. Esta teoría de la crisis del siglo XVII ha estado apoyada en la decadencia del tráfico americano y la del comercio báltico. Earl J. Hamilton intentó demostrar convincentemente con sus estudios que las remesas de metal precioso americano arribadas a España sufrieron una grave contracción a partir de 1620, lo que inmediatamente relacionó con una tendencia general deflacionista de los precios. P. Chaunu completó la visión de Hamilton, utilizando también los registros oficiales de la Casa de Contratación, apuntando que el tonelaje de los barcos de la Carrera también descendió en la primera mitad del siglo XVII.

Michel Morineau ha refutado estos planteamientos a partir de las gacetas mercantiles holandesas del siglo XVII, informes consulares y la correspondencia de los mercaderes. Según “Morineau, la llegada de metales preciosos americanos a Europa no sólo no sufrió una fuerte contracción, como sostuvo Hamilton, sino, por el contrario, se mantuvo alta durante la primera mitad del siglo XVII. Luego se resintió de una brusca disminución a partir de 1646, por causas políticas y navales, pero esta disminución sólo se prolongó durante unos diez años. A partir de entonces las importaciones de plata subieron decididamente, alcanzando récords hasta entonces desconocidos. Con estos datos presentes es difícil, por no decir imposible, mantener la idea de un comercio americano languideciente a lo largo del siglo XVII. La imagen, más bien, sería la contraria: la de una actividad vigorosa, aunque cada vez más fuera del control de un Estado en crisis”. Dos argumentos aportados son el enorme aumento del contrabando y el comercio con oriente, ya que “el espectacular crecimiento del tráfico con
Extremo Oriente no encaja con la idea de un brusco desatesoramiento de Europa, ya que el pago de las mercancías orientales exigía una fuerte transferencia metálica”.

En el
Atlántico, el área comercial más dinámico y el segundo en cuanto a volumen de mercancías (después del comercio inter-europeo), hay que distinguir dos rutas comerciales, un comercio de cabotaje Atlántico-Báltico (cereal, lana, sal, vinagre, vino...) en grandes barcazas marítimas/fluviales y un comercio transoceánico con América. "El Báltico constituía una de las zonas clásicas del comercio europeo bajomedieval. Durante el siglo XVI, los puertos de Prusia oriental, Polonia, Lituania, Letonia, Estonia y Livonia fueron testigos de un fluido intercambio de mercancías con los puertos mercantiles del Mar del Norte”. [En: pág web] El Báltico contaba fundamentalmente con una ruta marítima (por la cual se comerciaba cereal, ganado vivo, y pescado) y una terrestre que involucraba a las ciudades de la Hansa (traficando con cereales, pescado, sal, lana, pieles, madera, hierro y cobre).

En el siglo XVII “el auge de la pesca del arenque, que no en vano era considera como “la madre de todo el comercio”, exigía una imponente cantidad de sal cuya distribución quedaba asegurada por una marina mercante en constante crecimiento’ Mas lo que otorgó a las Provincias Unidas su primacía en el comercio mundial de la sal fue el desarrollo de un proceso de especialización con el refinado de dicha materia prima. Zelanda había perfeccionado un procedimiento para blanquear la sal que era apreciado en toda Europa, especialmente en el Báltico. El comercio Báltico se convirtió, de este modo, en uno de los motores principales de la economía neerlandesa y en el regulador efectivo de mercado salinero”. [En:
pág web]

Las exportaciones de grano hacia los Países Bajos habían constituido su actividad más característica. Los barcos que hacían esta ruta debían pasar obligatoriamente por el estrecho del Sund, que separa la isla de Seeland de la península de Escania. El rey de Dinamarca aprovechaba esta circunstancia para cobrar peaje a las naves [una de las principales fuentes de ingreso de su reino, que a la vez se convirtió en un elemento esencial de las relaciones internacionales del XVII]. El correspondiente registro de paso depara una fuente seriada para el estudio de aquel tráfico. En torno a 1620 tales documentos reflejan una caída del volumen del tráfico de navíos a través del estrecho del Sund, pórtico de una fase depresiva que se prolongaría durante el resto del siglo XVII y continuaría en el XVIII. Este hecho se ha interpretado como sintomático de una crisis comercial que afectó a aquella tradicional ruta. R. Romano utilizó este indicador como una evidencia más de su tesis sobre la crisis estructural que se abatió sobre la economía europea a partir de los años 1619-1622. El fenómeno se interpretó en el sentido de una caída de la demanda de grano en los Países Bajos, que afectó negativamente a los países bálticos. Sin embargo, P. Jeannin sugiere una clave para una reinterpretación de la disminución del número de barcos mercantes que atravesaban el Sund. Este hecho pudo depender más de un aumento en la capacidad de carga de los buques que de una auténtica contracción drástica del volumen de mercancías traficadas”. “El Báltico dejó de ser una zona que respondía exclusivamente a un esquema de economía colonial. Hasta entonces, la exportación de materias primas [cereal, cobre, salazones (arenque)...] y la importación de manufacturas [vino, tejidos...] había constituido la base de sus intercambios con la Europa noroccidental. A partir de ahora, este exclusivismo se rompería en beneficio de un incremento de las exportaciones bálticas de productos elaborados. De nuevo, se plantean serias dudas sobre la realidad de la crisis o, al menos, sobre su alcance. Éste quizá ha sido exagerado en demasía en aras de un discurso focalizado en torno a la idea de una contracción general de la economía europea, inmersa en una fase coyuntural de dura recesión tras la expansión del XVI”. [ver: pag web]

“Ya Hobsbawm advirtió que, más que de crisis en el XVII, hay que hablar de una transferencia de hegemonías. A lo largo del tiempo se había ido verificando una basculación progresiva del centro de gravedad del comercio internacional desde el Mediterráneo hacia el Atlántico Norte. En el siglo XVII el Mediterráneo selló su proceso de decadencia y se transformó en un ámbito cerrado, con predominio de los intercambios interiores. Por su lado, las antiguas potencias marítimas ibéricas, Portugal y España, atravesaban por serias dificultades. Mientras tanto, los Países Bajos e Inglaterra tomaban el relevo y se constituían en el centro de la tela de araña del comercio mundial. Estos países iniciaron una
penetración agresiva en las áreas coloniales, repartiéndose los despojos del imperio portugués en Asia y disputando a España áreas de influencia económica en América. Otros países, como Francia, aunque en menor grado, se sumaron a la tendencia. Las compañías por acciones privilegiadas constituyeron para las nuevas potencias marítimas el instrumento por excelencia del comercio colonial, cuyos beneficios para el desarrollo capitalista de sus respectivas economías fueron cuantiosos. Pero el proteccionismo a ultranza de los intereses nacionales provocó serios choques, que llegaron en ocasiones a la guerra abierta; cada vez más, las disputas políticas tuvieron un trasfondo de clara naturaleza económica.” [ver: pag web]


Siglo XVIII

El comercio colonial actuó como un importante factor dinamizador de la economía mercantil europea y como un elemento esencial en el desarrollo del
capitalismo occidental moderno”. [ver: pág web] Esto se vio confirmado, junto con el modelo colonial (con estos territorios como exportadores de materia prima y consumidores de productos elaborados), durante el XVIII. “Europa se erigió en el gran motor y beneficiario de este comercio y si hacia 1720, según la conocida estimación de Rostow, realizaba los dos tercios del comercio mundial, en 1780 la proporción se había elevado a las tres cuartas partes. Se afirmó la navegación atlántica y se avanzó en la incorporación de los espacios asiáticos al área de influencia occidental. Inglaterra, en rivalidad con Francia durante buena parte del siglo, consiguió hacerse con la preeminencia en este campo, mientras las Provincias Unidas, primera potencia comercial en el XVII, vivían un declive relativo y otras potencias menores se abrían un hueco en el concierto internacional. El desarrollo cuantitativo estuvo acompañado, además, por un esencial cambio cualitativo, por el que Europa daba un paso irreversible hacia la generalización de la economía mercantil, en la que todo es susceptible de convertirse en mercancía”. [En: pág web]

América vino a representar un constante balón de oxígeno para
la economía española. Pese a las insuficiencias en las políticas reformistas, la verdad es que las tierras americanas fueron intensamente explotadas durante la centuria, hasta el punto de realizarse de hecho una segunda conquista de las colonias, esta vez pacífica y económica. Tres eran las funciones que América cumplía: territorio que debía nutrir a la metrópoli de materias primas abundantes y baratas, lugar de colocación exclusiva de productos españoles y, finalmente, continente proveedor de una plata que debía llenar tanto los bolsillos de los particulares para facilitar las inversiones como las arcas de la hacienda para financiar los planes de las autoridades reformistas. América era el gran espacio comercial que los españoles deseaban conservar en exclusiva”. “El siglo XVIII comenzó con un absoluto dislocamiento de los circuitos tradicionales como consecuencia de la presencia de buques franceses en todos los puertos hispanoamericanos. Contaron con el beneplácito de Felipe V desde 1702 y suministraron las manufacturas europeas hasta la paz de Utrecht. A partir de entonces comenzó la presencia legal de los ingleses. Teóricamente era un sólo buque de comercio, el navío de permiso, y buques negreros de la Compañía de la Mar del Sur, pero en la práctica eran cientos de navíos, ya que el de permiso se abastecía de mercancías en alta mar (tenía así un fondo ilimitado) y los buques esclavistas introducían contrabando continuamente. Como los holandeses hacían también un intenso comercio ilegal desde Curaçao, el problema del contrabando adquirió dimensiones dantescas”. [ver: pág web]

A pesar de esto “el tráfico comercial [legal], aumentó progresivamente. Entre 1710 y 1747 negociaron 1.271 buques con un total de 330.476 toneladas, que entre 1748 a 1778 fueron ya 2.365 embarcaciones y 738.758 toneladas. García Baquero señala que, tomando un índice 100 para principios de siglo, el tonelaje creció a 160 entre 1710 y 1747, y a casi 300 entre 1748 y 1778. Entre 1782 y 1796 se cuadruplicaron las exportaciones hispanoamericanas, lo que pareció demostrar la bondad del Reglamento de 1778. Este comercio estuvo controlado en un 76% por Cádiz, pese a la libertad comercial. En América, la Nueva España fue el primer mercado receptor seguido del Perú, el Río de la Plata y Venezuela. El intercambio siguió la tónica de exportar [o reexportar] de España manufacturas e importar caudales, productos tropicales y colorantes". [ver:
pág web] Aunque durante el XVIII se puede decir que España experimentó la pérdida de la hegemonía comercial en América ante la competencia decidida de las potencias rivales [ver pág web].

En el XVIII las demás potencias europeas también experimentan una intensificación de las relaciones comerciales con América (productora de metales preciosos, tabaco, algodón, cueros, tintes naturales, cacao, café, perlas, azúcar/melaza... y receptora de productos manufacturados y de transformación agrícola). Francia, para la cual las antillas no poseían interés comercial a principios de siglo, llega a importar el 40 del total de sus importaciones de éstas. E igualmente, en 1720-1730, las trece colonias americanas representaban el 35% de las importaciones de
Inglaterra, que fue la potencia, desde un punto de vista comercial, que resultó victoriosa en este siglo, al tomar el relevo de Holanda en el Báltico, y conseguir abrirse los espacios comerciales americanos y orientales.

En el XVIII cobran una importancia capital “las compañías monopolísticas de comercio, institución emblemática mercantilista, vivieron su última etapa de esplendor. Como hemos apuntado, fueron muchas las nacidas a lo largo del siglo: en los países bálticos (Compañías suecas y danesas de China y de Levante), España [compañía de Honduras (1714), la Guipuzcoana o de Caracas (1728), la de Campeche (1734), Sevilla (1747), La Habana (1740), Barcelona (1752), los Cinco Gremios Mayores de Madrid (1784) y la de Filipinas (1785)], Portugal (Compañías de Para, Pernambuco y Maranhao), Prusia (Compañía del Mar del Norte), Rusia (Compañías de Kamchatca y del Mar Negro), el Imperio (Compañía de Levante de Trieste o, en territorios dependientes del emperador, la Compañía de Ostende, cuyo sacrificio fue exigido por Holanda e Inglaterra como contrapartida al reconocimiento de la Pragmática Sanción). La protección oficial de que gozaban, sus privilegios y la capacidad para concentrar capitales, reforzados a veces con aportaciones estatales, eran, como se sabe, sus principales armas. Pero también arrastraban lacras, algunas estructurales. La dependencia estatal, su gigantismo y burocratización coartaban su libertad de acción y exponían su gestión a múltiples corruptelas; los gastos de administración de sus territorios, cuando habían de correr con ellos, eran enormes; su exclusiva dedicación a una actividad y un espacio determinados, tampoco resultó, a la larga, positiva; contaban, además, con la oposición de los comerciantes que no participaban en ellas, que eran muchos... Inglaterra tomó tempranamente medidas de liberalización, disolviendo en 1689 la Compañía de los Mercaderes Aventureros, compañía reglamentada -en la que los mercaderes actuaban a titulo individual, pero respetando una reglamentación común-, que había controlado el comercio con ciertas partes de Europa. En 1752 la Royal African Company, que monopolizaba la trata de negros, se transformó en una compañía reglamentada. Y ninguna de las dos compañías más importantes -las de las Indias Orientales Holandesa (V.O.C.: Vereenigde Oostindische Compagnie) e inglesa (E.I.C.: East India Company)-, modelos reiteradamente imitados desde su aparición en los albores del Seiscientos, llegó incólume al final del siglo. A los enormes gastos bélicos y efectos de la corrupción los empleados de ambas utilizaban medios de la compañía en beneficio propio en el comercio intraasiático-, se sumaron los problemas financieros -muy agudos en la V.O.C., cuyos dirigentes recurrieron sistemáticamente al endeudamiento para mantener los elevados dividendos que la hicieron famosa-, y la desconfianza metropolitana a la excesiva independencia de sus agentes. La E.I.C., muy reformada, vio disminuir su autonomía (Regulating Act, 1773), y tras nuevas reformas, la administración de sus territorios quedó bajo control estatal (India Act, 1784). En cuanto a la V.O.C., fue liquidada en 1795-1796, dejando tras sí la descomunal deuda, según recoge J. de Vries, de más de 130 millones de florines. El ciclo vital de las compañías monopolísticas, inexorablemente, se iba cerrando, por más que algunas la inglesa de la Bahía de Hudson, por ejemplo- subsistan testimonialmente en la actualidad. La flexibilidad de la empresa comercial privada, de modesto tamaño la mayoría de las veces, fundada y disuelta con rapidez en función de las concretas y cambiantes circunstancias, abierta al comercio de todo tipo de mercancías y también a actividades no estrictamente comerciales en todos los ámbitos geográficos, capaz de asociarse con otras similares y sometida exclusivamente a la protección de la legislación general de su país de origen, terminaba imponiéndose”. [En: pág web]

[Ver: Tracy, James D. (1990).: The Rise of Merchant Empires: long-distance trade in the early modern world, 1350-1750; Cambridge University Press. [disponible online]

miércoles, enero 10, 2007

La Era de las Manufacturas

Un hallazgo bibliográfico muy interesante en el desarrollo del trabajo sobre Industria ha sido la obra de la historiadora británica Maxine Berg, La era de las manufacturas, una de las obras fundamentales de mediado de los ochentas del debate sobre la industrialización y la proto-industria. Aquí reproduzco una parte de la Introducción, no tanto por su importancia a este debate, sino por en interés general que puede tener para esta asignatura. Aquí se enfoca la Revolución Industrial – el punto de referencia ineludible de la historia económica – no como algo estático y definitivo, sino como un tema de estudio muy debatido que refleja en cada momento historiográfico nuestras inquietudes y nuestras realidades actuales sobre la industria y la economía. Aquí – y a lo largo de su obra – Berg pone en relación las opiniones historiográficas con las demandas que la sociedad, a partir de su presente, hace en cada momento a los historiadores y economistas. Creo que esto es extrapolable a los demás temas de la historia económica – y, por qué no, a la historia en general –, que necesariamente está condicionada por el presente. Lo único seguro respecto a la Revolución Industrial es que nuestras visiones sobre ésta van a seguir cambiando en paralelo con las transformaciones de nuestra economía en el siglo XXI.


Berg, Maxine (1987).: La era de las manufacturas 1700-1820 : una nueva historia de la Revolución Industrial británica; Crítica; Barcelona, 378 págs. (e.o. London, 1985). [Una parte de esta obra está disponible online]

INTRODUCCIÓN

El termino «Revolución industrial» comporta una imagen de tecnología e industria renovadas. Sin embargo, una ojeada a la abundante serie de manuales sobre el tema nos permite comprobar que son escasos los que tratan concretamente la tecnología o la industria. Los historiadores de la economía han llevado bastante lejos las definiciones de sus «revoluciones industriales», apartándolas cada vez mas de la tecnología y la industria y enfatizando el fenómeno del crecimiento económico. Han concentrado su atención en los aspectos «macroeconómicos» de la Revolución industrial, prefiriendo escribir sobre las categorías económicas agregadas: modelos de crecimiento económico, formación del capital, demanda, distribución de las rentas y fluctuaciones económicas. Raramente han descompuesto la economía en otros sectores que no fueran la agricultura, la industria, el comercio y el transporte. Sus centres de interés han sido los de los economistas que escribieron en los años sesenta sobre desarrollo, crecimiento e inversión de capital. Más recientemente, los intereses de los historiadores de la economía han experimentado un viaje hacia planteamientos progresivamente mas cuantitativos de la Revolución industrial; pero al rehuir las temáticas carentes de fuentes estadísticas, considerándolas propias de la historia social, no han franqueado nunca los limites de los planteamientos macroeconómicos.

La década de los ochenta trajo consigo un clima económico diferente, que suscito nuevos temas de interés entre los economistas y el cuestionamiento de los resultados de las «vacas sagradas» del boom de la posguerra: grandes inversiones de capital, industria a gran escala, nueva tecnología, cambio estructural y rápido crecimiento eco­nómico. El interés se ha desplazado ahora hacia la estructura de la recesión mundial, las causas y características del desempleo y hacia las consecuencias sociales y económicas de la nueva tecnología y las nuevas pautas de organización del trabajo. Puede que, para muchos, las histories existentes sobre la Revolución industrial representen la historia de glorias pasadas, pero para muchos otros no logran plantear las cuestiones de interés fundamental. ¿Experimentaron todas las regiones del país un rápido crecimiento económico? ¿Hubo una división social significativa entre la población empleada y la desempleada, y qué se entendía por empleo? ¿Cómo se introdujeron las nuevas tecnologías y como reacciono la gente ante ellas? ¿Cómo se organizó la industria y cómo se estructuró el trabajo diario? Los his­toriadores sociales han abordado cuestiones semejantes recientemente, pero la Revolución industrial de los historiadores de la economía ha permanecido en definitiva intacta.

Todo esto debe resultar muy confuso para el lego en la materia, que se preguntara sin duda dónde debe, pues, buscarse el quid de la Revolución industrial: en las nuevas tecnologías, las nuevas industrias, o en los sistemas fabril y doméstico. La discusión de muchos de estos temas acecha en la mayoría de las obras recientes, pero los únicas intentos coherentes de abordarlos han sido los de Sidney Pollard en Genesis of Modern Management y David Landes en Unbound Prometheus. La maestría literaria, el poder interpretativo y el alcance de la obra de Landes no han sido superados, quizá porque la propia perfección del autor ha disuadido otros intentos de ampliar alguno de los temas que trata o de entrar en debate sobre sus análisis por parte de otros estudiosos. Pero también la Revolución industrial de Landes obedece a los tiempos en que se escribió la obra. La de Landes es una Revolución industrial apocalíptica; su visión de los procesos, cataclísmica. Encaja en los estudios contemporáneos sobre crecimiento económico; su interés en los logros de la fabrica y de las tecnologías basadas en la utilización de energía a gran escala confirmaba el beneplácito contemporáneo a la inversión del gran capital. La obra de Landes también comparte los intereses de los historiadores sociales de la época, que centraron el debate histórico en las quejas de los trabajadores de las fabricas y en el conflicto social de las décadas de 1830 y 1840.

En la década de 1960, Landes podía escribir que «los trabajado­res pobres, especialmente aquellos oprimidos y abrumados por la industria mecanizada, poco tenían que decir, excepto que no tenían la misma mentalidad». Hoy en día esto ya no es suficiente. Ahora nos preguntamos sobre las implicaciones sociales del cambio tecnológico, no solo de nuestra época, sino también del pasado. Se ha medido la magnitud del fracaso de nuestras propias industrias a gran escala y altamente capitalizadas, frente al resurgimiento de otras alternativas a menor escala. Y la rigidez y conflictividad industrial acarreadas por sistemas de administración organizados jerárquicamente, han inspirado nuevas tentativas en el ámbito de la producción cooperativa y la toma de decisiones.

El planteamiento de tales cuestiones sobre la época en que vivimos ha hecho necesaria una aproximación, microeconómica a la Revolución industrial: las formas de organización industrial no solamente en el sistema fabril, sino también en el sistema de putting-out, el artesanado, la subcontratación y organización minera; - las características de la fuerza de trabajo, formas de reclutamiento y aprendizaje industrial; y los tipos de tecnología —tanto tradicional como innovadora, tanto manual como energética, tanto a pequeña escala y transformaciones intermedias, como a gran escala—; y las diversas experiencias industriales y regionales —experiencias tanto de declive industrial como de crecimiento—. Estas cuestiones nos enfrentan a un estudio de la Revolución industrial con unas miras mucho mas amplias: debemos estudiar las controversias y conflictos que apuntala-ron el cambio, no solo sus resultados en los índices de crecimiento económico; y debemos estudiar tanto los fracasos como los éxitos, ya que también esto forma parte de la industrialización.

Nuestra propia experiencia europea occidental de crecimiento y recesión industrial, junto con el creciente desarrollo de las manufacturas en muchos países del Tercer Mundo, también ha contribuido al planteamiento de preguntas sobre el significado de la industrialización y las formas que ha tornado. Las viejas aspiraciones a fabricas a gran escala e intensamente capitalizadas y a la mecanización han cedido ante las nuevas tecnologías a pequeña escala, ante una nueva descentralización y una nueva «división internacional del trabajo», [Froebel, Heinrichs y Kreye, New international division of labour; Pearson, «Reflections on proto-industrialization»] y las posibilidades de crear «alternativas a la producción en serie». Observamos ahora la industrialización como un proceso cíclico mas que, como una progresión unidireccional, como un proceso a largo plazo mas que como un acontecimiento espectacular a corto plazo, como de carácter multidimensional mas que como un modelo único.

Antropólogos y economistas del desarrollo se han sentido atraídos de un modo particular en los últimos anos, no por las semejanzas entre la nueva manufactura del Tercer Mundo (especialmente aquella que se localiza en el llamado «sector informal») y la Revolución industrial a escala europea, sino por sus semejanzas con las condiciones preindustriales y los anos de transición previos a la Revolución industrial [Goody, From craft to industry; Schmitz, Manufacturing in the backyard; Pearson, «Reflections on proto-industrialization»]. Este interrogante histórico acerca del eventual desenlace de la «protoindustrialización», es decir, el desarrollo de la manufactura y el sistema de putting-out, subyace en las incertidumbres en torno al futuro de la industria a pequeña escala y de otras formas de manufactura en el Tercer Mundo de hoy, aunque el contexto mundial para tal manufactura sea muy diferente. […]

Mi interés por las primeras fases de la Revolución industrial en el largo camino de la industrialización y por cuestiones de tecnología, organización del trabajo y cambio socio-regional e institucional no es, sin embargo, un nuevo interés propio de nuestra época. T. S. Ashton, Paul Mantoux y Charles Wilson, que escribieron sobre la tota­lidad del siglo XVIII, se detuvieron en la vertiente tecnologica e industrial de la Revolution industrial, [Ashton, Economic history of England; Mantoux, Industrial Revolution in the eighteenth century; C. Wilson, England's apprenticeship] aunque fundamentaron su marco de análisis en una tradición más antigua, la cual se remontaba en primera instancia a los anos 1920 y 1930, y en un sentido mas amplio a los economistas historiadores y a los historiadores de la economía de los primeros anos del siglo XX.

La historia industrial fue por aquel entonces un terreno de controversia para socialistas y sus críticos; para los socialistas que estaban profundamente interesados en las formas de organización no capitalistas y en los orígenes del capitalismo y del trabajo asalariado. A. P. Usher concibió su monumental An Introduction to the Industrial History of England como respuesta al ascenso del socialismo en los anos posteriores a la primera guerra mundial. Iniciaba su obra con una critica a la historia económica socialista, en especial la del socialista alemán Rodbertus. El interés por la organización industrial era también uno de los aspectos de, por una parte, la interpretación economíaa de la historia y por otra de la economía histórica. Se intentó definir y analizar las formas de organización industrial: estructuras gremiales, manufactura doméstica o manufactura del cottage, y la producción fabril. Estas tentativas por encontrar sistemas históricos de la actividad económica pasaron de moda posteriormente, pero ejercieron no obstante una notable influencia en la intensa obra académica de los historiadores económicos desde la primera guerra mun­dial hasta los anos treinta. Estos últimos ahondaron en la historia industrial, prácticas de trabajo y tecnologías de la manufactura pre­industrial y de la incipiente Revolución industrial. [Usher, Industrial history of England; Unwin, Guilds and companies of London; W. Cunningham, Growth of English industry; Marshall, Industry and trade, Apendice B. Veanse Kadish, Oxford economists, y Maloney, «Matshall, Cunningham and the emerging economics professions», para un comentario de la escuela de economía histórica en Inglaterra. Vease Kriedte, Medick y Schlumbohm, Industrialization..., para un comentario de la escuela histórica y sus secuelas en el contexto general de Europa]

Existe por tanto una larga tradición dedicada específicamente al estudio de las estructuras, practicas laborales y fuerza de trabajo de las unidades de producción enmarcadas en el grupo domestico y del sistema de putting-out. Se situó con claridad la Revolución industrial y el sistema fabril en la perspectiva histórica de la prolongada génesis industrial. La investigación histórica sobre las diferentes modalidades manufactureras, de las condiciones de trabajo, de las características específicas del trabajo femenino e infantil, era parte integrante de la controversia acerca de las interpretaciones optimistas o pesimistas de la industrialización. Se comenta con frecuencia la respuesta optimista que Clapham diera a los Hammond. Se comenta menos la obra de un importante grupo de historiadoras de la época —Alice Clark, Ivy Pinchbeck y Dorothy George— donde se desmitificaba la edad de oro en la que supuestamente se inscribió la industria de los siglos XVII y XVIII, fundamentada sobre el sistema domestico y el trabajo de mujeres y niños por el que se regía esta industria. La presencia generalizada y el éxito relativo de la manufactura doméstica y de los talleres manufactureros en el siglo XVIII, así como su continuidad junto al sistema fabril hasta bien entrado el siglo XIX, fueron fruto de la explotación intensiva del trabajo, especialmente el de mujeres y niños, explotación por lo menos similar a la impuesta por el siste­ma fabril.

Hoy en día, la industria descentralizada a pequeña escala y las tecnologías de trabajo intensivo parecen ofrecer una esperanzadora alternativa a la fabrica y a la maquina, y es preciso replantearse, desde una perspectiva crítica e histórica equilibrada, las formas en que se pusieron en practica las diversas modalidades de tra­bajo y tecnología en el pasado. Lo pequeño era en ocasiones hermoso, pero era mas a menudo dependiente, opresivo y explotador. Ya que sistema fabril y sistema domestico, tecnologías energéticas y tareas manuales, artesanos y trabajo femenino y familiar eran elementos a los que se recurría como alternativas o en su conjunto, según la época y la industria, pero siempre en el seno de un sistema global de precios y beneficios.

Este libro es un reto al apego que sienten los historiadores económicos actuales por los años posteriores; a 1780, por la fábrica y la industria del algodón. Nos exige que reconsideremos los tipos de cambio acaecidos durante los primeros años del siglo XVIII y el contexto que permitió el surgimiento en este período de industrias en el ámbito del grupo domestico y de talleres industriales. Reclama un análisis minucioso de la dinámica económica, de las técnicas y las fuerzas de trabajo, de estas industrias del cottage y talleres industriales, y de las fabricas que crecieron en el seno de algunas de estas industrias, que no de todas. Exige, en definitiva, que consideremos la Revolución industrial como un fenómeno más complejo, plurifacético y vasto de lo que han supuesto recientemente los historiadores económicos.

Este libro suscita una serie de ámbitos de debate y de análisis, pero no proporciona en modo alguno la historia industrial que precisamos ahora. Es forzosamente selectivo, y trata en profundidad solamente algunas de las industrias textiles y algunas de las metalúrgicas. En cuanto a la historia de la manufactura, solo trata de las dos principales categorías de manufacturas de la época, sin atender a toda una serie de manufacturas menores pero de gran importancia. En tanto que estudio general, plantea mas incógnitas de las que resuelve; una de ellas, tratada solo a nivel muy superficial, se refiere al impacto sobre la mano de obra del siglo XVIII, así como la respuesta de ésta ante la introducción de nuevas Técnicas y practicas de trabajo. Nuestros conocimientos sobre este aspecto son todavía demasiado limitados. Hay muchas otras lagunas tanto en el planteamiento general como en la historia detallada del libro. Pero espero que ello promueva nuevas investigaciones y nuevas interpretaciones de la economía del siglo XVIII.

La Agricultura en la Edad Moderna

La agricultura es el sector económico más importante en el Antiguo Régimen. Era la actividad que daba ocupación a la abrumadora mayoría de la población (entre un 70 y un 95%) y cuyos productos movían gran parte del sector secundario y del comercio, además de producir el ahorro y la acumulación de capital necesarios para cualquier actividad y fundamental para cualquier cambio económico [ver la teoría de la acumulación primitiva de Marx].

La evolución de la producción agrícola influía en todo el proceso económico y estaba íntimamente ligada a los ciclos económicos y demográficos. Como señala este texto, el desarrollo de las industrias secundarias y terciarias están íntimamente ligadas a la producción agrícolas y los precios de la misma.



Asimismo, la fiscalidad recaía, en última instancia, en la agricultura y los agricultores: en definitiva - como señala Campomanes – en “el pueblo, sobre cuyos hombros descansa todo el peso del Estado”. [(1774), Discurso sobre el fomento de la industria popular, Introducción]. La parte más significativa de los ingresos del Estado, la Iglesia (a través de diezmos [usado como una de las principales fuentes para medir la producción agrícola] y rentas de grandes propiedades) y la nobleza dependían de los impuestos agrícolas, con lo cual los altibajos de la producción agrícola determinaban en gran medida la bonanza o crisis financiera de muy amplios sectores de un país y del Estado.

Aunque, hubo cambios muy importantes – como la incorporación de la agricultura al mercado monetario y a circuitos económicos más extensos, con la comercialización, el acceso al crédito, la compra-venta y la enajenación/privatización de las tierras, así como algunas innovaciones y nuevos cultivos en el XVIII – la agricultura permanecía asfixiantemente estática, arcaica y anclada en la ineficacia. La agricultura estaba condicionada por los bajísimos rendimientos (4,5 x 1 como media), el bajo nivel técnico, la escasa capacidad de abonado, el mal estado de las comunicaciones, los rendimientos decrecientes y la pérdida de productividad por el agotamiento y erosión de la tierra y por el empleo de sistemas de rotación (año y ves y tres hojas) ineficaces, así como por el uso de utillajes (de madera) y sistemas de tracción inadecuados, a lo que hay que sumar condicionantes metales y culturales que determinaban el rechazo a nuevas tecnologías y nuevos cultivos (como la patata y el nabo). Otro elemento que hay que mencionar para describir este círculo vicioso era el predominio absoluto de la agricultura sobre la ganadería – necesaria para el abonado y para proporcionar una dieta más completa, pero muy exigente en tierras – y los cereales sobre los demás cultivos – también necesario para enriquecer la dieta y para alternar cultivos para prevenir el agotamiento de las tierras –, movido por factores objetivos (su mayor rentabilidad calórica mezclado con la demanda creciente de alimentos) y subjetivos (su carácter de principal fuente de subsistencia motivó una obsesión que llevó a extenderlo a todas las tierras posibles por temor a la escasez).

Estas graves limitaciones fueron sólo resueltas en casos aislados, básicamente Inglaterra y los Países Bajos a partir de mediados del XVI. Estos países vivieron cambios estructurales profundos y graduales que en conjunto les permitieron modernizar su agricultura y su economía. Su producción agrícola estaba decididamente vinculada al mercado y su modernización fue paralela al desarrollo urbano, que a la vez ofrecía un estímulo económico creciente.

En los Países Bajos del norte existía un régimen de tenencia de tierra que permitía una mayor distribución y unas iniciativas colectivas que permitían rescatar y aprovechar nuevas tierras al mar (
pólders, molinos… [ver imagen]), mientras que en Inglaterra se desarrolló un proceso tendiente a la privatización y acumulación de tierras (enclosures). En ambos países se dieron importantes innovaciones técnicas y se introdujeron nuevos cultivos (maíz, patata…), útiles de labranza, métodos de abonado y sistemas de rotación (sin barbecho), lo cual permitió aumentar el rendimiento hasta un 11 x 1 (en Inglaterra se importaron las innovaciones holandesas que databan de la baja Edad Media). También se dio un mayor equilibrio entre agricultura y ganadería, con frecuencia estabulada en los Países Bajos.

En el caso de los Países Bajos el control que ejercían sobre el comercio del grano polaco permitió reducir su dependencia directa del cultivo cerealístico, pudiendo destinar más tierras a la agricultura y ganadería comercial.

Ambas zonas, por medio de formas algo distintas, consiguieron un paulatino cambio estructural – ayudado, quizás, por una alta capitalización, mayor desarrollo técnico, su modelo político, su régimen de propiedad y una mentalidad más abierta a los cambios – que les permitió transformar su agricultura.

En definitiva, la importancia de la agricultura en el Antiguo Régimen es simplemente absoluta, invadiendo todos los ámbitos tanto objetivos como subjetivos. Es el centro del proceso económico moderno (no es descabellado considerar – como lo hicieron muchos de los coetáneos – a la economía y los demás sectores económicos como apéndices parasitarios de la tierra y sus frutos). Cabe preguntarse que tan justificada esta la imagen tan negativa que tenemos de la agricultura en la edad moderna.

Hay que reconocer una importantísima hazaña de la agricultura moderna – poco espectacular en su funcionamiento y en sus cambios si se le compara con los circuitos comerciales que conectaban los rincones más remotos del globo, y la fe en las máquinas, germen de la Revolución Industrial - realizada tras bastidores y desde el anonimato que los labradores europeos: alimentar bocas, en una época de crecimiento poblacional y desarrollo urbano.

Hay que mencionar el capítulo dedicado a la agricultura de La Era de las Manufacturas de Maxine Berg, en el cual, y siguiendo la línea de lo anterior, ella habla de la enorme contribución agrícola a la industria en el siglo XVIII durante el take-off industrial inglés. El aumento poblacional y el crecimiento de las grandes urbes fueron paralelos a un incremento de la producción agrícola. Ya fuese mediante producción autóctona o importada (como en el caso de las importaciones de grano siciliano y polaco), la agricultura moderna – en general – se mostró capaz sostener el edificio de la naciente contemporaneidad.


Población inglesa 1540-1830. fuente: pág web (p. 65)
.
Hay que recordar que Inglaterra y los Países Bajos no eran las únicas zonas urbanizadas de Europa.

En: Gual, Valentí (2000).: "Régimen demográfico y vida familiar"; En: Molas, Bada, Escartín, et al.: Manual de Historia Moderna; Ariel; Barcelona (e. o. 1993), p. 59.



Una vez alimentadas las bocas, hay que señalar el aumento constante de la producción de materias primas para la industria - los ejemplos más fáciles son los cultivos comerciales para una industria de transformación alimenticia (como la vid o el olivo) y las fibras para la industria textil (cáñamo, lino, esparto, algodón...) -.

En nuestro trabajo sobre la organización industrial nos ha llamado la atención una realidad de la industria que era paralela a la que se daba en la agricultura: la enorme dificultad para la innovación. No se trata de que se ignorase las innovaciones técnicas de la época, sino que éstas requerían una muy pequeña capacidad de inversión que era inexistente en microeconomías de subsistencia. Por otro lado hay que tener en cuenta que la sobreabundancia de mano de obra en Europa desincentivaba aumentar otros factores de producción ya que se podía aumentar la producción aumentando la cantidad de mano de obra (con la problemática de los rendimientos decrecientes). En el tercer mundo podemos ver todavía hoy muchas zonas atrapadas en estos círculos viciosos.

En el caso concreto de la agricultura es fundamental – entre otras cosas – considerar las relaciones institucionales y el régimen de tenencia de tierra, que condicionaban las posibilidades de innovación, para explicar las diferencias entre distintas zonas en Europa. [Hay un capitulo dedicado a los cambios institucionales en: Overton, Mark (1996).: Agricultural Revolution in England: the transformation of the agrarian economy, 1500-1850; Cambridge University Press. Disponible
online
]

Sobre este tema hay muy abundante bibliografía, algunos artículos fácilmente accesibles son:

De Vries, Jan & Van Der Woude, Ad (1997).: The First Modern Economy: Success, Failure, and Perseverance of the Dutch Economy, 1500-1815; Cambridge UniversityPress. [disponible
online]

Allen, Robert C.: Campos, explotaciones y sistemas de innovación en la agricultura preindustrial inglesa. [En:
pág web]

Sebastián Amarilla, José Antonio.: El legado del Antiguo Régimen en la agricultura española (1780-1840). [En: pág web]

Un texto breve de Sender, Ramón J. sobre la Reforma Agraria en España (en la edad moderna y la II República. [En:
pág web]

Un articulo de Bernardo Sanz sobre La ganadería española durante la edad moderna. [En: pág web]

En Antehistoria [
http://www.artehistoria.com] también hay varias entradas sobre agricultura en el Edad Moderna.

domingo, diciembre 03, 2006

Adam Smith

Finalizamos el recorrido por el pensamiento económico con Adam Smith, como no podía haber sido de otra forma, con una estatua solemne y monolítica de un héroe flaqueado por rizos que nos mira desde lo alto del Olimpo de la contemporaneidad, el que dio el portazo que remata el Antiguo Régimen para guiarnos con su luz a lo contemporáneo.

Siempre es espinoso tratar con un ídolo clásico, intentar traelo de vuelta al vulgar mundo de lo terrenal, ya que estos no han sido inmortalizados por lo que fueron o pensaron, sino por lo que simbolizan y representan para nuestra más inmediata actualidad.

Cuando uno se tropieza con frases [en sitio web] como “En tanto sobreviva en este mundo el amor por la libertad, los hombres libres seguirán inspirándose en Adam Smith, autor de La Riqueza de las Naciones” [p. 7], se da cuenta de que no estamos ante un personaje como tal, susceptible a ser biografiado e historiado, sino ante el busto negro y frío: un espejo que nos devuelve el reflejo que queremos ver, un héroe que es patrimonio de nuestras idealizaciones y ensoñaciones.

No queda lugar a duda que sus ideas sobre la división del trabajo, la naturaleza del sistema económico, los problemas de los precios, salarios, beneficios y rentas, el papel del estado en la economía, el individualismo, la libertad de mercado, el comercio, el trabajo, la agricultura, etc. supusieron un enorme aporte. Tampoco queda lugar a dudas que su obra se ha sacado de contexto con muchísima frecuencia y que las partes de su vida y obra que hoy no nos parecen atractivas han tendido a ser maquilladas u olvidadas.

Dejando aparcado por un momento al Smith padre fundador de su particular parcela de contemporaneidad, para enfocarnos en el pensador escocés del dieciocho, debemos señalar que ocupó la cátedra de Lógica y Metafísica en la Universidad de Glasgow, para poco después pasar a la de Filosofía Moral por un período de 12 años. “Su profesor y predecesor en el puesto, Francis Hutcheson, había dividido la Filosofía Moral en cuatro ramas: teología, ética, jurisprudencia y economía política; y Adam Smith, según nos dice su más temprano biógrafo, siguió la misma clasificación en sus clases magistrales. Las dos obras sobre las que descansan su fama, La Teoría de Sentimientos Morales (Theory of Moral Sentiments) y La Riqueza de las Naciones, son el fruto de sus estudios en dos de estas divisiones, los Sentimientos Morales probablemente contenga el contenido de sus clases de ética, mientras que La Riqueza de las Naciones, contiene el material de la cuarta parte de sus clases, elaboradas, desarrolladas, y enriquecidas por sus reflexiones de diecisiete años de viaje y retiro. En los últimos años de su vida sabemos que estaba ocupado con otra obra, la cual, juzgando por algunas pistas que da en Sentimientos Morales, probablemente fuese un tratado de jurisprudencia del estilo de Montesquieu; pero los materiales que había recogido para esta obra fueron destruidos siguiendo sus propias ordenes poco antes de su muerte.”“Que había una unidad de espíritu y objetivos en el tratamiento de Adam Smith de estas divisiones separadas de Filosofía Moral no puede ser dudado.” La obra de Smith es un intento de revalorizar el papel del interés individual en el orden económico, considerándolo el más común y más poderoso móvil en la actividad económica. “Esta aparente glorificación del amor propio ha sido un obstáculo para muchos admiradores de Adam Smith, quienes han tratado de minimizar el grado hasta el cual dependía de este principio explicatorio en su obra económica. Sin embargo, a veces es necesario saber la verdad, incluso sobre nuestros héroes; y si examinamos La Riqueza de las Naciones con esta cuestión en mente, encontraremos que Smith aplica este principio casi universalmente... Las dos principales causas de la productividad de la industria moderna son la división del trabajo y la acumulación de capital. El interés individual es la explicación de ambos de estos factores capitales.” La Teoría de Sentimientos Morales “no ha sido en ningún sentido tan influyente en la historia del pensamiento como su predecesor” La Riqueza de las Naciones. “...y sin embargo fue una de los libros más populares del siglo XVIII; le procuró a su autor fama inmediata, no sólo en Inglaterra y Escocia, pero incluso en Francia, donde Smith llegó a ser casi tan famoso... como Hume había sido.” Y es que esta obra es un pilar fundamental del pensamiento del escocés, en la cual, “como la mayoría de sus contemporáneos, encontramos a Adam Smith... apoyándose en la teología natural como fundamento de los principios morales” El individualismo que él sostenía como ideal fue ético, y no meramente económico. El funcionamiento de la mano invisible relacionado con la actuación de la Naturaleza (Dios), la Providencia y un orden natural. Para él las instituciones económicas surgen únicamente de manera natural, es decir, espontáneamente, y para realizarse el orden natural plenamente es sólo necesario retirar las restricciones del gobierno, y restaurar las condiciones de libre competencia: el sistema de libertad natural. “Esta dependencia de la mano invisible, su apelación a un orden natural que se mantiene a si mismo en y a través de la actividad de individuos en busca de si mismos, ha sido frecuentemente considerado como el defecto de el pensamiento de Smith, por lo menos en su pensamiento científico.” [En: Morrow, Glenn R.: “Adam Smith: Moralist and Philosopher,” The Journal of Political Economy, Vol. 35, No. 3 (Jun. 1927), pp. 321-342]

Por lo tanto, las ideas económicas de Smith se inscriben dentro de un pensamiento mucho más amplio, como hemos visto a lo largo del desarrollo del pensamiento económico desde la Edad Media. Su pensamiento es en gran parte deudor de la filosofía y la teología, sobre todo su moralismo y cosmosvisón religiosa [Algunos autores consideran que en la vida y obra de Smith puede verse una muy marcada influencia calvinista. ver pág web].
Hay una importante continuidad, naciendo la novedad smithiana de lo antiguo, influido por lo anterior (como la fisiocracia), y también como parte de ello. Smith está entre los viejo y lo nuevo, inmerso en una época de transición, en cuanto a la realidad económica que vivió y en cuatro a sus ideas. En definitiva se trata de un hombre de frontera.

Adicionalmente, “El centro de interés de Smith no es el homo œconomicus, tal como ha ido concibiéndolo la tradición, sino el sujeto liberal ... y su mundo.” En términos filosóficos Ramón Ramos Torre (UCM) [en pág web] dice que: “El sujeto liberal es algo que adviene (algo a medio camino entre lo ya hecho y lo todavía por hacer) y la teoría se convierte así en un duermevela en el que se juntan vigilia y sueño. La vigilia atiende y entiende; el sueño imagina y desea un mundo de sentido. De ahí que el realismo programático y efectivo de Adam Smith vaya de la mano de una ensoñación que puebla el mundo de fantasmas... la teorización del sujeto liberal sigue mostrándose como un duermevela que llena de sueños la realidad que se afana en desvelar.”

Hay, por lo tanto, que considerar el pensamiento de Smith como parte de un pensamiento más extenso [ver la enumeración de los contenidos de La Riqueza de las Naciones en entrada del 11/11/06] y las dos obra publicadas durante su vida como un conjunto. Así, por ejemplo, la expresión de la “mano invisible”, “quizás es la metáfora más usada en la argumentación económica, tal vez superada solo por aquella otra famosa metáfora del ‘libre juego’ entre oferta y demanda” aparece sólo una vez en las mil sesenta y una páginas que tiene La Riqueza de las Naciones:

Ninguno por lo general se propone originariamente promover el interés público.... Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto sea el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este y en muchos otros casos es conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención.’ (Capítulo II del Libro IV; p 191) [en pág web]

Mientras que, sin embargo, en La Teoría de Sentimientos Morales, se hace frecuente mención de dicha frase y se expande su significación, siendo una de las apariciones más célebres aquella en la cual se argumenta que los ricos:

"a pesar de su natural egoísmo y avaricia, aunque sólo buscan su propia conveniencia, aunque el único fin que se proponen es la satisfacción de sus propios vanos e insaciables deseos, dividen con los pobres el fruto de sus propiedades. Una mano invisible los conduce a realizar casi la misma distribución de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiera sido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes, y así sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie" (La teoría de los sentimientos morales: p. 333; en pág web).


Si consideramos su pensamiento como parte de la filosofía moral, y no como un abstracción teórica con pretensiones de programa político, podemos entender que fuese pesimista en cuanto a la factibilidad política de sus propuestas, como dejó escrito en la Riqueza de las Naciones (p. 415): “Esperar que en la Gran Bretaña se establezca enseguida la libertad de comercio es tanto como prometerse una Oceana o una Utopía. Se oponen a ello, de una manera irresistible, no sólo los prejuicios del público, sino los intereses privados de muchos individuos.” Por ello no debe de extrañar que el gran paladín del librecambismo acabase sus días como Comisionado de Aduanas para Escocia, es decir, funcionario (durante 12 años) de un sistema tremendamente proteccionista, para permanente desconcierto de muchos de sus seguidores a lo largo de los años. [en pág web]

A continuación hay ejemplos de las barbaridades para las cuales se puede llegar a usar el nombre de Smith, una pequeña muestra de lo que se puede ver reflejado en él:

Esto está escrito en un editorial:
Los Estados Unidos de América nació en el mismo año que un economista llamado Adam Smith presentó su masivo tratado describiendo, en esencia, la forma como funciona el mundo. Su monumental tratado, “La Riqueza de las Naciones”, fue publicado en 1776, y fue bien recibido en las recién liberadas colonias. A medida que 226 años de páginas de calendario han ido cayendo al suelo, los principios económicos de Smith y la filosofía que fundamenta a esta nación grande y fuerte se han convertido en todo menos indivisibles.” - conviene recordar que en La Riqueza de las Naciones, Smith se opone a la rebeldía de las colonias (y por la época en la que se escribe, evidentemente se refiere a las Trece Colonias) y defiende el deber de estas de contribuir a sufragar los gastos de la madre patria.- Luego se pasa a describir como las ideas de Smith han hecho surgir una omnipotente industria farmacéutica, una industria tecnológica que funciona más rápida que la mente humana, una industria de comunicaciones que ha conectado al mundo con satélites, la industria automotriz y aeronáutica, la industria eléctrica y el mercado bursátil americano. Ya que “Adam Smith es la estrella que guía al capitalismo, ese motor de la innovación cuyo funcionamiento nos han llevado hasta el punto en que cuadruplicamos el conocimiento de la humanidad cada seis meses.”, para en seguida afirmar que: “Because of Smith, we have God on the run. We chase the Creator from all the dark corners of ignorance, relegating His kingdom to the mysteries that lie between the atoms and beyond the stars.”
Todo esto es para preguntarse qué haría Smith (ya que, por cierto, fue también gracias a sus ideas que surgió la contabilidad) ante el gran problema de Enron y Arthur Andersen.
[ver pág. web]

Y esto fue escrito por un profesor universitario de economía, creo que es una distorsión de tal calibre que no necesita comentarios adicionales:
Las lecciones son bastante claras: el espectacular crecimiento de Corea, Taiwan, y otros países asiáticos es prueba palpable de la viabilidad del modelo smithiano, mientras que las crisis inflacionarias y el endeudamiento que hoy observamos en la mayoría de los países latinoamericanos son evidencia del agotamiento de un modelo de desarrollo esencialmente ‘mercantilista’
[En pág web, p15]


"The middle class and working poor are told that what's happening to them is the consequence of Adam Smith's "Invisible Hand." This is a lie. [que haga falta negar que Smith - muerto hace 216 años - tiene la culpa de la situación que está viviendo lo clase media y los trabajadores pobres, es muy sorprendente y preocupante] What's happening to them is the direct consequence of corporate activism, intellectual propaganda, the rise of a religious orthodoxy that in its hunger for government subsidies has made an idol of power, and a string of political decisions favoring the powerful and the privileged who bought the political system right out from under us."
Bill Moyers, Keynote speech at Inequality Matters Forum, June 3, 2004
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Y para concluir, una cita muy interesante del propio Smith, sobre el consumo y la producción, como crítica al mercantilismo:


Consumption Vs. Production


Consumption is the sole end and purpose of all production; and the interest of the producer ought to be attended to only so far as it may be necessary for promoting that of the consumer. The maxim is so perfectly self evident that it would be absurd to attempt to prove it. But in the mercantile system the interest of the consumer is almost constantly sacrificed to that of the producer; and it seems to consider production, and not consumption, as the ultimate end and object of all industry and commerce.
-
Adam Smith, The Wealth of Nations, 1776

sábado, noviembre 18, 2006

El Tableau Économique de Quesnay

La Nation est réduite à trois classes de Citoyens : la classe productive, la classe des propriétaires & la classe stérile.
Quesnay (1766). : "Analyse de la formule arithmétique du Tableau Économique de la distribution des dépenses annuelles d'une Nation agricole" En : Journal de l'agriculture, du commerce & des finances; (juin 1766 : 11-41) ; tome II ; 3ème partie. En : http://www.taieb.net/auteurs/Quesnay/t1766.html

El Tableau économique de Quesnay, la obra fundacional de la fisiocracia, ofrece un visión de la economía, prácticamente, como parasitaria de la agricultura, en la cual el agricultor es el único elemento productivo de la sociedad y el terrateniente es el articulador de la economía al monopolizar todo el producto neto (curiosamente, el peso de la economía productiva – creación de producto neto – no recae sobre las manos que trabajan la tierra, ya que los jornaleros agrícolas también son consumidores improductivos, "parasitarios", sino en el agricultor: que puede ser libre, pero como prototipo es el colono arrendatario de la tierra que realiza y coordina – a los jornaleros para – la producción agrícola).

Es una obra que plasma una importantísima labor de teorización y abstracción económica que la convierte, a pesar de su simplicidad, errores y contradicciones, en el tratado económico pre-clásico más influyente de la historia, cuya presencia sobrevivió a la moda fisiócrata para proyectarse hasta el siglo XX.

"
Quesnay y représente l'économie comme un domaine cohérent de nature systémique en s'inspirant de la découverte, réalisée un siècle et demi plus tôt par William Harvey, du mécanisme de la petite et de la grande circulation sanguine.” [En página web] Esta es una afirmación interesante, ya que sitúa su obra económica dentro de un pensamiento mucho más amplio – conviene recordar que Quesnay era médico y cirujano –, influido por la revolución científica.

La novelesca trayectoria vital del polifacético economista francés le llevó a publicar su obra más famosa en los talleres reales de Versalles en 1758, a sus 64 años. “Au total, Quesnay en rédigera trois versions [de su obra]. La première édition date de novembre ou décembre 1758. Cette première version du «zigzag» est basée sur un revenu de 400 livres et comportait vingt-deux Remarques. La deuxième édition, qui date du printemps 1759, part d'un revenu de 600 livres et 23 remarques. La troisième édition, parue en 1759, est également basée sur un revenu de 600 livres et est suivie d'une «explication» de douze pages et d'un «extrait» comportant vingt-quatre maximes.
[
En página web]

La obra de Quesnay fue considerado por sus propios seguidores como el invento más importante de la historia, junto a la escritura y el dinero. Para Mirabeau era el “…gran descubrimiento de nuestra época, pero cuyos beneficios recogerá la posteridad [Ver pág A, pág B]

Adam Smith escribió, en 1776, que el sistema que define el Tableau “…es acaso el que más se aproxima a la verdad de todos cuanto se han publicado hasta ahora…”. Mientras que Marx, a la vez que criticaba los errores y las contradicciones internas del libro, lo calificaba de primera concepción sistemática de la producción capitalista, y expresó, en la Historia Crítica de las Teorías de la Plusvalía, que “Jamás la economía política había concebido una idea tan genial”. [Ver pág C, pág D]

El objetivo central del “Tableau Economique” fue realizar un análisis de la economía de Francia como un todo y mostrar cómo surgía el excedente económico y cómo circulaba entre las diferentes clases de la sociedad. El “Tableau” fue el primer intento en la historia de analizar una economía como un sistema de relaciones entre sus diversos sectores o clases, pero además es considerado como el mojón que anuncia la etapa de nacimiento de la economía como disciplina científica autónoma.” [
En página web]

Dicha obra “...es una representación gráfica de la circulación de riqueza entre las clases sociales en que dividieron la sociedad de acuerdo con el criterio de «productividad».... Supone una clara conciencia de la interdependencia económica y se adelanta a las
teorías del equilibrio general del s. XIX" y es el ancestro de los sistemas de Input-output multisectoriales (tablas de entrada-salida) [en página web] de Marx, Sraffa y, más recientemente, de Wassily Leontief, Premio Nóbel de Economía de 1973, quien reconoció la influencia de Quesnay en su obra al expresar que su libro La Estructura de la Economía Americana podía definirse como un intento de construir “…un Tableau Economique para Estados Unidos…”.[Ver pág E, pág F]


Funcionamiento del Tableau Économique


Los fisiócratas han presentado dos versiones del Tableau: el zigzag o circulatorio del producto neto y el Tableau Économique general que representa la circulación de la reproducción total. Quesnay también enunció una teoría del capital bastante completa.

Un resumen en Francés del funcionamiento del Tableau économique está disponible en
http://fr.wikipedia.org/wiki/Quesnay . Un resumen en castellano, muy sucinto, es el siguiente: “La reproducción total alcanza cinco millones. De éstos, dos millones los conserva la clase productiva para semillas, autoconsumo y beneficio normal del agricultor. Dos millones los recibe la clase propietaria en forma de renta, diezmo e impuestos, y un millón más va a parar a la clase estéril en pago de artículos manufacturados. Los propietarios gastan los dos millones, mitad en artículos manufacturados y mitad en compra de subsistencias. De este modo, se restituyen los 5 millones en la agricultura, restableciéndose el equilibrio.” [ver página web]
.
El resumen en inglés [versión completa] [versión resumida] es el más completo:

Quesnay identified three distinct classes:
(1) the proprietary class (landlords)
(2) the productive class (farmers and agricultural laborers)
(3) the sterile class (artisans and merchants)
The model in our example involves two goods, grains and crafts. Grains are produced with land, labor and capital (meaning here livestock and seed). The production of crafts require local grains and imported foreign goods as raw materials. The following five protagonists are involved:
(1) Farmer: produces grain, owns livestock and seed, hires labor, pays rent to landlord.
(2) Artisan: produces crafts, uses local grains and foreign goods as raw materials.
(3) Laborer: works for farmer, receives wages.
(4) Merchant: sells foreign goods he has imported and buys local grain for export.
(5) Landlord: owns land, receives rent from farmer.
In order to survive from year to year, the protagonists have the following consumption requirements:
Farmer
: 150 grain + 150 crafts
Artisan: 150 grain + 150 crafts
Laborer: 150 grain + 150 crafts
Merchant: None.
Landlord: 300 grain + 300 crafts
The landlord, of course, has the most sumptuous lifestyle. The merchant, being a foreigner, is only passing through, so he needs no local sustenance.

Quesnay (1759, 1766a, 1766b) used the term "advances" to denote capital, i.e. expenditures during a production process that are drawn from a previously-accumulated fund. He identified four types of capital depending on the sort of expenditures they were earmarked for.
(1) avances foncières (fundamental/landed advances): one-time capital expenditures undertaken by landlords on their land, e.g. land-clearing, drainage, fence-building, etc.
(2) avances souveraines (sovereign advances): one-time capital expenditures undertaken by government, e.g. roads, bridges, etc.
(3) avances primitives (primitive advances): expenditures on durable producers' goods, e.g. horses, cattle, ploughs, etc. In the Tableau, these are also referred to as avances originelles (original advances).
(4) avances annuelles (annual advances): expenditures on the wages of labor and non-durable producers' goods, e.g. cattle-feed, seed, etc.
Of all these categories of advances, (3) and (4) are the most important and the ones which Quesnay analyzed most deeply. Quesnay's distinction between original advances and annual advances were imported by Adam Smith (1776) as "fixed" and "circulating" capital respectively.
In our example, we shall ignore all forms of capital but the fourth, the avances annuelles. We have two production processes -- grains and crafts -- and both of them needs to use previously-accumulated stocks of grains as raw materials.
To produce 1500 units of grain, the Farmer needs 300 units of grain to sow his field and feed his cattle. But he also needs to keep himself and his laborer alive during the course of the year. So, every year, he will retain 300 units of grain, 150 for himself and 150 for his laborer. Of course, both the Farmer and the Laborer have other needs, e.g. clothes, furniture etc. These crafts must be bought on the market with cash, but the Farmer can only acquire cash by selling his grain on the market. Thus, we shall assume that after the sale of the grain, the Farmer keeps $300 cash to pay for crafts -- $150 for himself and $150 for the Laborer. Thus, the Laborer's full wage in the course of the entire year is 150 grain + $150 cash. The Farmer's expenditure on himself is also 150 grain + $150 cash.
So, let us examine the expenditures and receipts of the Farmer. He produces 1500 units of grain, retains 600 units for internal use (avances annuelles = seed, cattle-feed, food for himself and Laborer) and places the remaining 900 units of grain on the market. The 900 grains converts into $900 cash on the market, of which $300 will be taken to buy crafts for himself and his Laborer, thereby leaving 600 left over. This $600 is the net product.
Let us now turn to the Artisan. To produce 750 units of crafts, he needs 300 units of grain as raw material and $150-worth of foreign inputs (e.g. imported cloth, etc.) He needs to buy both of these with cash -- the grain on the local grain market, the foreign inputs from the foreign merchant. But the Artisan also needs to live during the year. We shall assume he has the same consumption needs as the Farmer and the Laborer, i.e. 150 crafts + 150 grain. He can produce the crafts for himself (i.e. he retains 150 units of crafts for own-consumption), but the 150 grain needs to be acquired on the market. So, every year, the Artisan needs to buy a total of 450 units of grain on the market and $150-worth of inputs from the foreign merchant. Consequently he needs $600 in cash, which he must acquire by selling 600 units of crafts on the market. As his total output (750 crafts) is equal to his total expenditures (750 = 150 crafts + $600 cash), then the artisan produces no net product.
Now, let us turn to the proprietor class. The Landlord's sumptuous lifestyle requires 300 grains + 300 crafts which must be bought on the market. He thus has a need for $600 cash. He acquires this by charging the Farmer $600 rent for the year. Notice that, with his rent, the Landlord has just expropriated the entire net product of the Farmer.
The Merchant is the only loose end. We will just suppose that he brings $150-worth of foreign inputs (which he sells to the artisan) and then turns around and uses the cash to buy 150 units of local grain for export.
Production Requirements:
Production of grain requires inputs of labor, land and livestockProduction of crafts requires grain and foreign inputs as raw materials. "Livestock" means both animal capital and seed capital.

[MODELO CIRCULAR]
(1) Production Side
Only Farmer and Artisan produce. Some of their produce they retain internally, the rest they supply to market. What is supplied to market is exchanged for cash; what is retained internally does not command cash. At the market, their goods are bought up by different people.
In the following account, we trace the movement of grains and crafts. Note that that these numbers are not payments but merely how the actual output flows. Here is the account:
Agricultural Sector: (output owned by Farmer)
Produces 1500 grain = 600 internal + 900 to market.
Of which:
Internal = 600 = 300 to Livestock + 150 to Laborer + 150 to Farmer.
To Market = 900 = 300 to Landlord + 450 to Artisan + 150 to Merchant
Manufacturing Sector: (output owned by Artisan)
Produces 750 crafts = 150 internal + 600 to market.
Of which:
Internal = 150 for Artisan
To Market = 600 = 150 to Farmer + 150 to Laborer + 300 to Landlord

Notes: In the agricultural sector the Farmer has to use part of his output to feed his livestock, a new category. Note also that the Merchant does not buy any of the Artisan's goods, but only the Farmer's grain. The Laborer is to receive 150 of the Farmer's output. This is only part of his wage (paid in kind). Another part will be paid in cash (as we shall see). The 300 units of grain going to the Landlord are not rent payments -- the Landlord just happens to buy the Farmer's grain on the market place.

Production Flows. The production story is captured in the flow diagram 1 below.

(2) Flow of Funds Side

Let us now turn to tracing the cash flow. Cash is exchanged for the goods on the market -- i.e. for agricultural goods and manufactured goods. We have not mentioned factors of production and their payment yet. So, we must now put them in place. There are three factors which trade for "cash": the labor of the farmhand (used by farmer and for which a cash wage is paid), the land of the landlord (used by farmer, and for which a cash rent is paid), and finally imported inputs from the foreign merchant (used by the artisan, which must be paid in cash). So, cash trades against both commodities and factors.
Farmer:
Receives $900 from selling grain in the market (see above)
Then:
Pays himself 150 units of grain.
Pays Laborer $150 in cash, 150 in grain.
Pays Landlord $600 in cash (for rent)
Pays Artisan $150 in cash (for crafts)
Thus: Farmer gets $900 in cash and spends $900 in cash.
Landlord:
Receives $600 in cash from Farmer as rent payment
Then:
Pays Farmer $300 in cash (for grain)
Pays Artisan $300 in cash (for crafts)
So gets $ 600 in cash and pays spends $ 600 in cash.
Artisan:
Receives $600 in cash from selling crafts in the market (see above)
Then:
Pays $300 in cash to Farmer (for grain to be used as raw materials)
Pays $150 in cash to Farmer (for grain for own consumption)
Pays $150 in cash to Merchant (for imported inputs)
So gets $600 in cash and pays spends $600 in cash. Notice that the 300 grains he gets as raw materials is lost to the economy (perhaps he makes baskets out of livre notes!)
Farmhand:
Receives $150 in cash from Farmer (wage paid-in-cash) + 150 in grain from Farmer (wage paid-in-kind)
Then:
Pays $150 in cash to Artisan (for crafts)
So gets $150 in cash and pays $150 in cash.
Foreign Merchant:
Receives $150 in cash from Artisan (for imported inputs)
Then:
Pays $150 in cash to Farmer (for grain)
So gets $150 in cash and pays $150 in cash.
Flow of Funds and Factors . The flow of funds story is captured in the flow diagram 2 below.

[MODELO ZIG-ZAG]

The zig-zag is effectively the flow of funds in a dynamic form rather than the "static" natural state. The left side of the Tableau represents the productive class (farmer) and the right side represents the sterile class (artisan). At the top in the center is the landlord. The landlord begins the flow by buying goods from both the artisan hence the income flows from the landlord to both the left (productive) and right (sterile) columns.
The income received from the landlord is registered by theclasses in their respective columns. Note that, from theincome, there is an arrow that indicates "expenditures" whichthen extends across the Tableau to the other column. Theseexpenditures are that of the farmer for crafts and the artisanfor grain - thus they cross each other to become the incomeof the artisan and the farmer respectively. The farmer and theartisan then use this new income again to buy goods from each other - thus they cross again. That then becomes subsequent income and thus cross-expenditure. Thus, the zig-zag across the columns is the income-expenditure process of the farmer and the artisan.
Notice that the landlord's initial expenditure is in fact equal to his total rent income of 600. So, rent "initiates" the process. As the zig-zag diagram and our previous numerical example shows, from his 600 rent income, the landlord spends 300 on agricultural products (to the left column in the Tableau) and 300 on manufactured products (on the right column). In the second line of the Tableau, from the Farmer's income of 300, he spends 150 on manufactured goods (thus retaining 150 for paying the farmhand for his labor), while from the Artisan's initial inome of 300, he spends 150 on agricultural goods (thus retaining 150 for imported inputs -- notice the Artisan's propensity to import is different from our earlier numerical example). From the subsequent 150 income generated for each class, a new round of expenditures for grains and crafts occurs (75 to each), etc. This income-expenditure process is a convergent series. The bottom of the column depicts the "natural state" once all the flows have been worked out. Note that along the farmer's column on the left side, there is a small arrow indicating the "creation" of produit net by the farmer at every stage in the process. This is summed at the bottom as the total net product of the economy. Notice that it is 600 -- which is identical to the landlord's "initial" expenditure from rent. Thus, the "rent on land" and the "net product" created are the same.

Ver tabla en G, H, I